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Hace algún tiempo, una persona con un arma en su
mano me pedía a mí y a mis compañeros que le diéra-
mos buenas razones por las cuales la vida vale la pena.
De otro modo, nos iba a matar.
Pensé a mis adentros: Esta es la misma
pregunta con la que he luchado por tanto
tiempo y ahora estoy obligado a proveer
una respuesta definitiva. ¿Invento acaso
alguna razón elegante y escapo con mi
vida? Pero si miento, entonces no vale
la pena continuar con mi vida. ¿Cuántas
veces soñé y leí acerca de esta clase de
situación de vida y muerte,
y me convencí a mí mismo
de que lo entendía por
completo, que entendía ex-
actamente como se sentía?
Ahora finalmente ha ocurrido
en realidad y no puedo des-
pertarme o cerrar el libro.
Para aprovechar al máximo mi existencia,
debo realmente apiñar todo adentro, toda
mi vida, en estos últimos minutos restan-
tes, de la forma en la que intentaba apren-
derme toda la información antes del inicio
de los exámenes. Ahora es el momento
de vivir mi vida al máximo, como nunca
antes me molesté a hacerlo.
Entiendo que todos debemos
irnos algún día, pero qué
pena sería irse en un
día brillante y soleado
como este, cuando el
mundo está pulsando
con vida y cada célula de mi cuer-
po está gritando el deseo de vivir.
Cuánto más apropiado sería irse en un
día oscuro y nublado, con el cielo llovien-
do tristes lágrimas. No. ¡Este no se siente
como el momento apropiado para morir!
¿Pero, cuándo es el momento apropiado
para morir? ¿Cómo puede uno saber que
ha alcanzado todo lo que puede alcanzar
en este mundo?
Aún este miedo de la muerte que siento
ahora se siente completamente despro-
porcionado con respecto a la alegría y
satisfacción que la vida me ha dado hasta
ahora. ¿Por qué parece mi vida tan queri-
da y preciosa para mí en este momento?
¿Es acaso porque solo ahora, en el borde
de la muerte, aparece frente a mí la visión
de la vida ideal, la vida libre de todas las
ilusiones que anteriormente me han dep-
rimido, ilusiones que solo la proximidad de
“el fin” puede destruir?